Metas

Cuando olvidamos el por qué de las cosas, y comenzamos a vivir la vida en un estado de ceguera espiritual, comienza el proceso de enquistamiento, y como capullos nos transformamos no en hombres sino en algo vano, nulo, amorfo, muerto viviente deambulando entre el zapping y el shopping.

Me da rabia ver lo fácil que uno se pierde en el camino, lo fácil que resulta comenzar a dedicarle atención a ganar plata y cómo se pierde la satisfacción del trabajo bien hecho, lo fácil que resulta al formar una familia dedicar tu atención a hacerla progresar, a verla crecer, lo fácil que resulta al tener hijos tener como objetivo fundamental que ellos estén bien y dejar de preocuparse de expandir la mente y la conciencia.

Quisiera que todos tuvieramos metas más explícitas, ni siquiera más elevadas, pero sí que se introdujeran explícitamente en el quehacer diario.

Por ejemplo, si necesitara un abogado, me encantaría encontrar uno con una placa en su escritorio que dijera "el mundo está lleno de injusticias, quiero hacerlo un lugar más justo para que convivamos mejor". Pero no.

Si me enfermara, me gustaría ir a un médico con un cartel en letras doradas en la pared de su box: "quiero aliviar el sufrimiento; me interesa que ester bien; si estás sano, te sentirás más feliz y eso me alegra".

Ahora viene lo difícil, un ingeniero: "quiero que los humanos tengan su tiempo para cosas que dignifiquen su espíritu, que lo enoblezcan: lo repetitivo, lo peligroso lo harán máquinas por nosotros; quiero que nos sea más fácil subsistir, que el alimento y las comodidades que nos gustan no nos cuesten tanto sudor".

O de un computín "si todos tienen información completa el poder está mejor repartido; si todos pueden comunicarse con gente de otros países, no los podrán ver como enemigos".

¿Es mucho pedir? Si quieres poner una placa que diga "quiero estar bien y mejorar mi bienestar; si trabajo duro y trato de juntar mucha plata, mi bienestar afectará positivamente a los demás", te respetaré tanto como si decides poner "quiero servir a mi Dios de acuerdo a lo que él nos enseño en la biblia". Allá tú.

Suena tan extraño, tan utópico ... pero es cómo debería ser, a fin de cuentas lo normal es que si una persona estudia para ser abogado sea para defender la justicia, si estudia medicina sea para sanar, y en general, busque el bienestar de quienes lo rodean también ... y el hecho de que eso suene extraño habla de lo equivocados que estamos en muchas concepciones sobre lo que está bien y mal, porque está MAL sólo querer cosas para uno.

¿O no?

Si supiera

Si supiera el lolito que está bailando ahí contonéandose, todo coqueto, y esforzándose por parecer sexy y acercarse a ella que la mina es lesbiana, hace años que no besa a un hombre y no está ni ahí con hacerlo ... ¿seguiría sintiéndose como Don Juan de Marco?

Si yo supiera que quién me acaba de saludar se masturbó anoche con esa misma mano ... ¿me escondería para no saludarlo?

Si la niña de pelo corto supiera que está bailando con un milico, que ya asumió como estilo de vida ser milico, que le encanta ser milico y que le den ordenes y lo castiguen y todo y a quien le enseñan que las comunistas como ella comen niños chicos ... ¿lo miraría con la misma lascivia? ... y si el milico supiera que dentro de 22 minutos y fracción estará más cerca de ella que lo que se imagina ... ¿miraría el reloj en vez de sus ojos?

Si el flaco que está tirándole los cortes a esa mina supiera que dormí con ella la semana pasada ... y si ella supiera que la quiero y que me partiría el alma verla atinando con él delante mío ... ¿se pondría nerviosa y evitaría acercarse a ninguno de los dos?

Si este amigo que me hace una confesión de cariño y amistad supiera que mientras me habla estoy haciendo esfuerzos por tratar de enfocar el tapiz con flores y en mi mente no están sus palabras, sino una matriz de flores cuyo desalineamiento me habla de lo chato que estoy ... ¿me mandaría a la chucha?

Y si todo supieramos todo de todo ... ¿seríamos más felices ?

Apocalipsis

Eludio

Abrid los oídos y el corazón y escuchad atentos, pues lo que vais a oír es el clamor de alguien que ha mirado en los ojos de la bestia y ha encontrado en ellos sólo un inútil reflejo.

Pues lo que aquí revelo no estaba escrito, sino que lo escribimos nosotros, y nuestros padres, y los padres de nuestros padres, al comienzo suavemente, pero ahora con trazo firme; y a la presente generación le tocó el tiempo de pagar por lo hecho.

Y difundid lo que habéis escuchado a los cuatro vientos, para que no caigamos en lo mismo y rezad a vuestros dioses más queridos que nos permitan aprender algo y escribir las siguientes páginas del libro de nuestra raza con más sabiduría. Es necesario.

1. La falta de sueños

El primer ángel iba desnudo, y tocó sobre el desierto, pues tenía miedo de que alguien lo viera y así, disminuyera la efectividad de su plaga. Una lagartija que corría a prisa por un surco en la arena escuchó el primer sonido y comenzó a caminar cada vez más despacio, hasta quedarse detenida, esperando que el sol la secara.

La trompeta del primer ángel emitió un ruido disonante y sin ninguna cadencia, que se confundió en las ciudades con el rugir de las máquinas. Y muchos de los que escucharon el sonido se quedaron pasmados, en silencio por un momento. Cuando volvieron a hablar, el sonido de su voz era ligeramente distinto, casi imperceptiblemente más grave, levemente más fuerte, pero claramente más firme que antes.

Con ojos penetrantes examinó el ángel su obra usando un cristal anaranjado que permitía ver el alma de las personas, y a muchos los encontró con el alma desnuda, tiritando en un rincón de sus corazones, desprovista de anhelos, sueños e ideas inspiradoras. Y dejaron los hombres de soñar con futuros de esplendor, dejaron de hacerse promesas de bienestar y de cariño, rompieron sus votos consigo mismos y pensaron amargamente que el futuro estaba infinitamente lejos y no valía la pena preocuparse por él, sólo seguir empujando un carro de cemento murmurando maldiciones en silencio.

Y quienes dormían y fueron alcanzados, siguieron soñando igual que antes, pero a la mañana siguiente no podían recordar nada de lo soñado.

2. El materialismo

El segundo ángel era un espiritu festivo, que vistió sus mejores ropas doradas, hizo su aparición con destellos de luces en un lugar con mucha gente, y tocó su trompeta con un sonido chillón, fuerte y estrepitoso, manteniéndo los ojos cerrados, muy concentrado.

Y su sorpresa fue grande al abrir los ojos y darse cuenta de que nadie lo había visto ni parecía haberlo oído, y la gente a su alrededor corría y vociferaba llevando y trayendo papeles, con la vista fija en una gran pantalla con siglas y números.

Avergonzado, escondió la trompeta en los pliegues de su túnica y salió a contemplar su obra, y estuvo feliz al ver que casi toda la gente se hallaba en ese momento frente a una vitrina, buscando algun otro artefacto inútil que le prometiera felicidad.

Y vió al juez corrupto condenar al justo por dinero, y al abogado infame mentir por dinero, y al policía inescrupuloso destruir una vida por dinero, y al ingeniero mediocre rogar porque su obra hecha con los materiales más baratos no se fuera abajo antes de que él saliera del país, y a todo el mundo, del más grande al más pequeño, persiguiendo a su manera un fajo de billetes.

Por un momento temió haber arruinado la obra del ángel anterior al haberle dado a la gente un nuevo sueño, pero se conformó, al ver que el alma de las personas seguía desnuda, sólo que ahora se hayaba tendida en el suelo de sus conciencias, para no malgastar energías.

3. El egoísmo

Cuando el tercer ángel tocó su trompeta, lo hizo sobre el mar, y tuvo como testigo sólo a una ballena que se estaba dejando morir de soledad. Y el estruendo en ese lugar fue tal que auyentó los pájaros que volaban hacia el sol, desbandándolos y perdiéndolos de su camino.

El sonido se propagó a la distancia en ondas graves, lentas, que rozaron la conciencia de los que en ese momento estaban despiertos.

Y el hombre que caminaba por la acera no oyó al viejo vagabundo respirar por última vez. Y la mujer que estaba en la plaza no vió al niño de manos sucias arrastrar un carro mucho más grande que él, ni escuchó sus frágiles huesos crujir al romperse. Y todos, niños, hombres, mujeres y ancianos cerraron sus ojos a la pena, a la miseria y al sufrimiento de los demás.

El ángel paseo su mirada sobre la ciudad, vió bajo los puentes, en los basurales, en los pórticos de las iglesias y encontró muy pocas personas que no hubieran caído presas de su plaga, y al encontrarlos pensó que no importaba pues había alcanzado a la mayoría, y eso le bastaba.

4. El miedo

El cuarto ángel apareció escondido en una nube gris, pues era tímido por naturaleza. Tocó su trompeta muy despacio, y no se quedó a contemplar su obra, sino que regresó inmediatamente a su plano dimensional.

En ese mismo momento, una pequeña le regalaba un dulce a otro niño en el parque, pero al sentir rozar su mano, se le vinieron a la mente imágenes de la televisión y de los diarios, sobre niñas muertas o violadas, y tuvo tanto miedo que corrió a refugiarse con su mamá.

Y todos comenzaron a mirarse con desconfianza, y el filántropo vió que no podía dar mucho dinero al hogar de niñas sin que lo consideraran degenerado, y el jóven vió que ya no podría intentar conversar con la gente que encontrara en su camino. Y todos se desesperaron comprando rejas, candados y cadenas. Y hasta el ladrón dejó de trabajar en grupo.

En la misma tarde de ese día, las tiendas que vendían armas tenían sus escaparates vacíos y sus dueños los bolsillos llenos. Y descubrían en el iris de cada cliente que llegaba una ardilla asustada en medio de un bosque oscuro.

5. El cansancio

El quinto ángel tocó en una pradera, y los animales que lo oyeron se tiraron en el suelo, dejaron de respirar y no volvieron a abrir los ojos.

El ángel vió a los hombres romper sus espaldas en las minas, las construcciones y las canteras bajo el peso de toneladas de angustia y vió al obrero con el sonido del martillo colándose a través de su casco, hacia su mente, su carne y sus huesos.

Vió a las mujeres con los pies rotos de tanto caminar, sangrar la pérdida de un hijo por no haber parado de trabajar cuando debían; vió a los oficinistas con lumbago, ojos rojos, úlcera y un dolor de cabeza insoportable volver a sus casas cabeceando, bostezando y desfallecer sobre sus camas, con la mente llena de números que los torturaban en un arrullo de ansiedad hasta dormirlos, si es que se puede decir que quien se desmaya está durmiendo.

Se detuvo en una esquina a escuchar la respiración de la humanidad, y se dió cuenta de que muchos no dormían de cansancio y de dolor, y su rostro se iluminó de placer.

6. La rabia

El sexto ángel apareció en seguida. No llevaba una trompeta, sino un tambor. Y empezó una marcha con un estrepitoso redoble.

El sonido del tambor les enseño a los hombres a tener vergüenza de sus sentimientos. El ángel puso al compasivo y sensible abajo, y adornó la existencia del brutal e inmisericorde con fama y poder. Y el adulto le enseñó al niño a callar y ocultar sus emociones.

Pero los sentimientos seguían ahí, y fueron creciendo en pequeños capullos que incubaban rabia y frustración Recorrió las ciudades y convirtió a esclavos en patrones y a patrones en esclavos, muchas veces. Y cada nuevo amo era aún más cruel que su antecesor, y cada nuevo esclavo tenía aún más rabia y codicia.

Para cuando terminó su canción, todos y cada uno a su manera habían convertido sus corazones en potentes bombas de rabia que estallaban al menor roce con los demás.

7. La muerte

El séptimo ángel tocó su trompeta en el cielo, y se hizo un silencio, que duró sólo un instante.

Al momento siguiente, la tierra retomó su ritmo y siguió girando, y los hombres siguieron trabajando igual que siempre. Y cavaban surcos en un basural enorme, y labraban roca agotada, y escribían sobre hojas sucias. Y sus máquinas seguían funcionando sobre sí mismas.

Pero estaban vacíos por dentro, enormemente vacíos. Los niños lloraban más fuerte que antes y abrazaban a sus madres que miraban el horizonte sin ninguna expresión en sus rostros.

Pero el humano es un animal rebelde, y prefería la muerte física a esta atonía del espíritu. Y prefería morir de pie a vivir encorvado bajo el peso de su propia estupidez.

Y se levantó, y comenzó a llenar de nuevo su carro de sueños.

Epílogo

El destino, la muerte, la destrucción, el sueño, el deseo, la desesperanza y el delirio, que una vez fue la dicha, se dieron cita para reconstruir en las cenizas.

El delirio entonaba para sí un murmullo de cuna dulce, y su cantar inspiró a los poetas. La desesperanza levantó a las mujeres de la adversidad a la lucha. La destrucción empujó a los hombres a dominar su entorno de nuevo. El deseo acercó a ambos en un abrazo de amor. El sueño llenó las almas de visiones, algunas confusas, otras nítidas. La muerte les dió un nuevo comienzo.

Y el destino hechó un vistazo a su gran libro de tapas de hierro, y aunque siempre era impenetrable su pupila reflejaba la sombra de una risa.

Tomemos once

Él: Tengo hambre ... tomemos once a las 5

Ella: A las 6 mejor.

Él: ¡ Pero tengo hambre !

Ella: Yo no, pos

Él: ¿ Qué te cuesta ?

Ella: Oye, si es para tanto toma once al tiro tú, yo tomo después

Él: Pero si quería tomar once contigo

Ella: Yo no tengo hambre, tomemos once más tarde, a las 6

Él: ¡ Pero si tengo MUCHA hambre !

Ella: ¿ Vai a seguir ?

Las preguntas

¿Piensas en mí?. La verdad, a veces, en las noches frías, cierro los ojos y te deseo a mi lado, abrigo, tibieza, calor. Ni sudor ni sexo. Ni besos siquiera. Ternura y amor. No pienso en que me estés siendo infiel, ni en qué estás haciendo, ni en si estás pensando en mí, no pienso en nada de eso; en el día, otras mil cosas ocupan mi mente.

¿Me quieres?. Quiero que estés seguro y dejes de preguntarme tantas tonteras. Claro que te quiero, pero ... algo se ha perdido, el encantamiento, las ganas ... la necesidad de verte siempre. A veces, creo que no vale la pena seguir con esto, pero me gusta estar contigo de todos modos.

¿Te regalo una flor?. Estúpido. Como quisiera decirte estúpido, que no quiero que me preguntes, que no tiene gracia. Un día cualquiera, llega con una flor, un poema, o algo interesante, que rompa nuestra monotonía, que refresque nuestro espacio común, que vuelva a hacer del estar juntos algo entretenido.

Cada pregunta tuya es una corriente de aire frío, que azota una débil llama, casi extinguida.


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